Acaba de empezar un nuevo año. Casi todos
nosotros, al menos, alguna vez, nos planteamos nuevos propósitos a través de
los que alcanzar nuestros sueños: dejar de fumar, comenzar a hacer ejercicio,
retomar relaciones un poco olvidadas...
Yo, voy a transcribir un párrafo del Diario de una Abuela de Rosa Regás (ed.
Planeta 2004), ella plasma con mucha maestría deseos que comparto plenamente.
"Para el futuro, para el
siglo XXI, el siglo de la vida de mis hijos y de mis nietos y de todos los que
me sucederán, quisiera un mundo donde reinara la palabra y el placer. Donde el
celuloide y la virtualidad fueran métodos de conocimiento y ocio y no
contenidos últimos, más firmes que las ideas, mas absorbentes o dominantes que
las creencias. Un mundo en el que la información dejara de ser un rosario de
noticia de igual valor e intensidad que se suceden raudas como las horas sin
dejar más que una estela de polvo y de olvido.
Quisiera un mundo que se
hubiera hartado del consumo y de la estupidez, con hombres y mujeres que
cifráramos nuestra dicha en algo que no fuera el dinero, la posesión y el éxito
conseguidos a cualquier precio, que supiéramos envejecer sin prótesis y con
dignidad, que no encontráramos el techo de nuestro valor en la vanidad, que no
fuéramos carne de cañón de manipuladores de las conciencias, que viviéramos conscientes
del dolor ajeno, solidarios y generosos.
Quisiera un mundo con gentes
libres, dispuestas a compartir e interesadas en la cosa pública y social, con
políticos que tuvieran imaginación, con voz convincente y discurso templado y
perspicaz, que fueran dialogantes y comprensivos, que hablaran del bienestar y
de la educación, de la sociedad laica y de la escuela pública, de la justica y
de las oportunidades de las ciudadanos sin otra ambición que enderezar los
problemas de sus pueblos.
Quisiera un mundo donde se
hundiera de una vez el poder de los rostros invisibles que controlan y
manipulan los mercados financieros y especulativos a su antojo para establecer
y apoyar nuevas alianzas políticas que les permiten seguir acumulando bienes,
poder y riqueza, aun a costa de la miseria de las tres cuartas partes de la
humanidad. Que fueran vanas las palabras y las amenazas de los que creyéndose
portadores de verdades eternas suman en la angustia y la esclavitud las almas
de los hombres.
Quisiera un mundo donde la
decencia prohibiera matar, fabricar armas, donde no hubiera lugar para los
hombres cuyas riquezas excesivas bastan para solucionar la vida de un
continente entero. Un mundo donde la hermandad, la justicia, la libertad y la
inteligencia superaran la ambición, el poder y la mentira, donde se hubiera
erradicado la violencia y no corriera la sangre ni de inocentes ni de
culpables.
En fin, quisiera un mundo
donde cada semana hubiera poetas que homenajear, pintores que aplaudir, poetas
que amar y pintores y escritores y políticos y campesinos y ganaderos y
cineastas y actores, inventores, funcionarios o viajeros, y que esa ola de
memoria y amor se expandiera como las galaxias de un universo sin agujeros
negros que nos redimiera a todos del temor a la muerte que nos espera,
inexorable, cualquier día de este siglo XXI.”
Rosa, aunque después describes un panorama, como
tú dices cada vez más atroz, yo no pienso que sea de ingenuos esperar tales
mundos. Es más creo que, muy sabiamente, nos das la solución a través de tu
propia pregunta: ¿Qué podemos hacer los que queremos ser hombres y mujeres de
buena voluntad, si el poder, la información y la capacidad de influencia están
en manos de poderosos embusteros que extienden por el país sus burdas
manipulaciones y mentiras y dan de comer verdadera bazofia televisiva a los
ciudadanos para acostumbrarlos a no pensar, a no criticar, a no ver, a callar y
a votar al primer hombre o mujer que salga más horas en televisión?
Dejemos de ver esa bazofia televisiva, pensemos,
critiquemos, veamos, no callemos y votemos a quien realmente crea en la cosa
pública y en el bienestar de su pueblo.
No todo está en manos de los otros; el mundo que queremos está por
construir y nosotros no somos mancos, ni ciegos, ni tontos.